Si estuviéramos en el siglo II a. C y fuéramos romanos (patricios, si se puede elegir) estaríamos degustando ahora mismo un Defrutum*, dulce como la miel de la uva que era, en plena Vinalia, su fiesta de la vendimia. Porque los romanos hace dos mil años ya celebraban esta fiesta (¡vaya que si la festejaban!), y no difiere mucho de las actuales.
La dinámica era sencilla: un sacerdote de Júpiter hacía una ofrenda a Baco, Dios del vino, para que fuera bondadoso con la cosecha y sus frutos. Acto seguido comenzaba una fiesta en la que los asistentes lucían sus mejores galas, con coronas de pámpanos sobre sus cabezas y terminaban, de una manera un tanto deshonrosa, portados por sus esclavos hacia sus casas, tras una desenfrenada bacanal. Como ves, tampoco hay mucha diferencia entre las fiestas de la vendimia actuales, donde se ofrecen los primeros racimos a la virgen local y acto seguido comienza un festival de actividades con la vendimia como tema, pero donde se come, se baila y se bebe hasta caer rendidos. Básicamente lo que vivían los romanos.
Las vinalias romanas comenzaban en agosto y tras días de desenfreno comenzaba la esperada vendimia. Si continuamos metidos en el papel clásico podemos imaginar que somos una mujer romana, nos levantaríamos al alba y como encargadas de vendimiar, pues nuestras manos son más pequeñas y delicadas para cortar los racimos de las cepas. Iríamos a la vendimia en cuadrillas dirigidas por un experto que nos indicaría porqué zona empezar (primero se vendimiaba la parte a la que daba el sol y luego la parte sombría) y cómo clasificarlas (se diferenciaban entre uvas de mesa y uvas pisadas en el lagar).
Como véis poco difiere de las tareas de la vendimia actual. Casi no hemos evolucionado en esa parte, más allá de la parte tecnológica. Y es que los romanos convirtieron la viticultura en una ciencia, gracias a gente como Cicerón y le dieron un toque de distinción y notoriedad a una bebida que tomada en comunidad otorgaba valores relacionados con el honor y con determinadas obligaciones sociales.
Gracias a ellos el vino se volvió democrático, bebían vinos tanto patricios como esclavos y se le dotó de una especial distinción: los romanos tenían la creencia de que beber vino era una necesidad vital diaria. El vino como elixir de la vida y la juventud (no hay más que ver que Baco es presentado como un jovenzuelo bien conservado por el efecto del vino). Esto provocó que se plantaran cepas en Britania, Galia, África del Norte, Hispania…y que la cultura del vino se extendiera a lugares muy remotos.
Los romanos tienen pues, gran parte de culpa de que hoy podamos disfrutar de una copa de vino y de que cada final de verano en miles de lugares de todo el mundo se celebre la vendimia como una fiesta. Cuando te acerques a una fiesta de la vendimia, la de Toro es una de las más famosas y conocidas y este año es del 8 al 12 de octubre (¡estás invitado!), acuérdate de que los romanos ya celebraban la vida con una copa en la mano.
*reducción de mosto no fermentado al que se añadían especias y condimentos.