Cuando pensamos hacer planes con los niños, mientras planteamos la vuelta al cole y a la rutina, acercarnos a descubrir la cultura del vino a una bodega no suele estar entre las primeras opciones a realizar. Quizá sea porque el componente alcohólico del alimento más social que se conoce genera cierto rechazo, o porque las propias bodegas no ven la necesidad de acercar al público más joven a aprender la esencia de una tradición que se va perdiendo poco a poco.
En el primer caso, los padres activamos subconscientemente, el factor protector de rechazo por el efecto negativo que puede provocar en edades más avanzadas la llegada abrupta al producto y el consiguiente consumo irresponsable. No nos damos cuenta, que el acercamiento natural a la agricultura de las vides (viticultura), el conocimiento experimental de sus procesos y manipulaciones: recolección, prensado, envasado…, esconden valores intrínsecos que intentamos aplicar en la educación: tradición, esfuerzo, respeto al medio ambiente, raíces culturales, identificación con el territorio, arte, folclore… Si nuestros menores se familiarizan con estos aspectos en sus etapas iniciales de formación y crecimiento, llegarán a la edad de desarrollo con su esencia asimilada y se relacionarán con el vino con respeto y naturalidad, de manera responsable.
Por otro lado, las bodegas no han sabido ver históricamente la importancia de crear productos y actividades específicas para público infantil. En primer lugar por el miedo de asociar el factor alcohólico a menores de edad, aunque fuese indirectamente, y en segundo por no ver dentro de la bellota, el roble del futuro que valorase y defendiese el sector y el producto en unos años. Los niños no toman ni compran vino, luego no interesaban.
Afortunadamente, esa tendencia se ha invertido en los últimos años. El auge del enoturismo como herramienta de marketing experiencial, ha provocado que cada vez más bodegas busquen su nicho de diferenciación haciendo turismo de vino, y siendo consecuentes con sus productos. Ahí, los menores ya tienen su cuota de protagonismo, porque la generación millennial, que busca muchas experiencias que les rescaten de su rutina cosmopolita, se mueve con sus hijos. No hay nada peor que un niño aburrido fuera de su entorno. Si se aburre da guerra, y ni disfruta él, ni sus padres, ni por supuesto nadie que le rodee. A esto se une que la cultura del vino en nuestro país, por mucho que algunos proyectos se esfuercen en mantenerla a flote, se está perdiendo. Es uno de los factores (hay más como el auge de otras bebidas) que hace que cada vez se consuma menos vino en España. Eso ya preocupa más a los bodegueros, que están empezando a tomar la educación en su producto como algo sustancial al futuro del sector.
Este es el caso de Félix Solís Avantis , que con su proyecto de Pagos del Rey Museo del Vino , trata el contacto de los menores con la cultura del vino, como una de las patas fundamentales sobre la que se sustenta su proyecto cultural y de enoturismo en Toro. Desde su apertura en 2014, talleres familiares, infantiles, programaciones culturales para niños o experiencias gastronómicas para los más pequeños, han formada parte de la actividad permanente del museo. En primavera de este mismo año, y con el objetivo de solucionar la demanda de público familiar, de tener una experiencia satisfactoria en sus visitas al museo, implementamos el juego interactivo Marco Topo mediante el cual los pequeños recorren con un dispositivo móvil el museo, acompañados de sus padres. Llevan un plano, pegatinas para rellenar cuando resuelven las etapas, y una aventura de héroes y villanos, que resulta ser una guía didáctica y una práctica enriquecedora para todos.
Acaba de presentarse la programación de vendimias “A por uvas 2017”, la mejor manera aprender del fruto de la vid en su culmen del ciclo de la planta. Seleccionar uvas, pisarlas, probar mosto, embotellar, encorchar y etiquetar son algunas de las prácticas que aplican en estos talleres. Que las uvas no nacen de los árboles, se aprende así. Es labor de las bodegas enseñarlo.
Para finalizar, y como continuación al compromiso que el museo tiene con sus principios de conservación y difusión de la cultura del vino, este septiembre se lanzará a colegios el “Programa Escolar de Pagos del Rey Museo del Vino”, adaptado a los currículos académicos de primaria, y donde los escolares, que vendrán en autobús dentro de las actividades extraescolares de cada centro, disfrutarán de visitas didácticas y se convertirán en pequeños viticultores, podando, preparando y plantando los esquejes de vides que se llevarán a casa para cuidar su primera cepa.
El futuro del sector del vino pasa por educar a los pequeños en su cultura. Es compromiso de las bodegas y sus gentes llevarlo a cabo, llevan siglos haciéndolo, solo hay que cuidar el plantón.